Artigo de Justin Bradfield e outros. Via theconversation.com
Lo que una punta de flecha encontrada en Sudáfrica revela sobre la inteligencia de nuestros antepasados
Justin Bradfield, University of Johannesburg; Jerome Reynard, University of the Witwatersrand; Marlize Lombard, University of Johannesburg, and Sarah Wurz, University of the Witwatersrand
El estudio del origen de la caza con arco ha sido un asunto muy recurrente en la arqueología durante las últimas dos décadas porque puede ofrecer información valiosa sobre el desarrollo de la cognición humana y los primeros pasos de la tecnología compleja.
Las puntas de flecha de hueso han sido empleadas en la mayor parte del mundo durante los últimos miles de años. Sin embargo, los ejemplares encontrados en Sudáfrica preceden en al menos 20 000 años a cualquier hallazgo de otras regiones. Actualmente, la evidencia no africana más antigua de tecnología de caza con arco proviene del sur de Europa y data de hace unos 45 000 años; y la del empleo de huesos como puntas de flechas, de hace 35 000 años, de la Isla de Timor.
Puesto que los arcos y las flechas se fabricaban principalmente a partir de materiales orgánicos, la evidencia que conserva la arqueología de estas armas es escasa. Sin embargo, en varios puntos de Sudáfrica se han hallado pequeños segmentos de piedra, de 60 000 años de antigüedad, que se cree que alguna vez formaron parte de flechas, ya sea como punta o como agalla.
La tecnología del arco y la flecha ofrece a los cazadores una ventaja única sobre sus presas. Permite cazar desde la distancia y desde una posición oculta, aumentando el éxito de los cazadores, además de proporcionar un elemento de seguridad cuando acechan presas peligrosas como búfalos, jabalíes de río o animales carnívoros.
El arco y la flecha están constituidos por múltiples partes, cada una con una función especifica y operando juntas para hacer posible la caza. Este tipo de tecnología “simbiótica” requiere un alto grado de flexibilidad cognitiva: la capacidad mental de cambio entre el pensamiento de distintos conceptos, y de múltiples conceptos simultáneamente.
Hasta el momento, la evidencia de tecnología de caza con arco empleando huesos y de más de 60 000 años de antigüedad solo se ha registrado en la región de KwaZulu-Natal de Sudáfrica. Ahora, un examen más exhaustivo de una punta de flecha de hueso encontrada en la provincia del Cabo Oriental de Sudáfrica amplía la distribución conocida de esta tecnología más al sur, y la sitúa ligeramente antes en el tiempo de lo que se pensaba.
El artefacto
Nuestro estudio, publicado en Quaternary Science Reviews, se centró en un artefacto de hueso largo, estrecho, puntiagudo y fabricado con delicadeza. Fue encontrado en la zona más destacada del Río Klasies, a lo largo de la costa oriental del Cabo de Sudáfrica.
Esta es una zona extremadamente importante para la arqueología. Cuenta con el conjunto más prolífico de restos de H. Sapiens en el África subsahariana, que abarca los últimos 120 000 años. Su arqueología provocó los primeros debates que plantearon la probabilidad de que el comportamiento complejo y la cognición humana estuvieran representados en el África subsahariana mucho antes de aparecer en Eurasia.
El artefacto que estudiamos, que proviene de depósitos datados de hace más de 60 000 años, se asemeja mucho a miles de puntas de flecha de hueso utilizadas por los cazadores-recolectores indígenas de los siglos XVIII al XX. Fue descubierto en la década de 1960, pero su relevancia no ha sido reconocida hasta hace poco, debido a la confusión acerca de su antigüedad.
Nuestro estudio siguió un método combinado, incorporando análisis microscópico de la superficie ósea, tomografía computarizada de alta resolución (TC) y análisis químico no destructivo. El estudio encontró pequeñas cantidades de un residuo orgánico de color negro distribuido sobre la superficie de la punta del hueso, de forma que recuerda a las flechas envenenadas del siglo XX. La química de la sustancia indica que consta de muchos ingredientes. Nuevamente, esto recuerda a recetas conocidas de venenos San y pegamentos.
Todavía desconocemos qué compuestos orgánicos exactos se empleaban en la receta de la sustancia negra, pero la futura labor química abordará esta cuestión.
El análisis microscópico del artefacto óseo indica que fue empuñado o fijado a otra sección de flecha, probablemente en un astil de junco. Esto se hizo después de aplicar el residuo negro. La micro-TC nos permitió examinar el interior del hueso, para observar el daño estructural a escala microscópica. Los resultados demostraron que el artefacto óseo había experimentado la misma tensión mecánica que proyectiles de alta velocidad, como las flechas.
El estudio demuestra que el artefacto óseo puntiagudo del río Klasies con seguridad fue empuñado, tal vez sumergido en veneno y empleado de manera similar a elementos óseos idénticos de contextos más recientes.
El artefacto también encaja con lo que sabemos de la cognición y las habilidades de los ancestros del sur de África.
Desde hace al menos 100 000 años, los antepasados del sur de África combinaban múltiples ingredientes para formar pastas de colores, posiblemente para decoración o protección de la piel. Hace 70 000 años, fabricaban pegamentos y otros compuestos adhesivos utilizando variedad de ingredientes combinados en una serie de pasos complejos. Estos adhesivos podrían haber sido empleados, entre otras funciones, para empuñar pequeñas piezas de piedra en distintas construcciones, probablemente como insertos para flechas u otras armas.
La presencia de estos elementos técnicos en la Edad de Piedra Media del sur de África (aproximadamente equivalente al Paleolítico Medio eurasiático) indica una capacidad cognitiva avanzada, incluyendo nociones de pensamiento abstracto, razonamiento analógico, multitarea y fluidez cognitiva o capacidad de innovación.
Justin Bradfield, Senior lecturer, University of Johannesburg; Jerome Reynard, Lecturer in Osteoarchaeology, University of the Witwatersrand; Marlize Lombard, Professor with Research Focus in Stone Age Archaeology, Palaeo-Research Institute, University of Johannesburg, and Sarah Wurz, Professor, University of the Witwatersrand
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